

JOSÉ MARTÍNEZ DE SOUSA
Alberto Gómez Font
Madrid, julio del 2003
Habíamos hablado alguna vez por teléfono, no logro recordar por qué o para qué, y
el trato había sido muy cordial. Su libro de ortografía era desde hacía mucho tiempo
una de las herramientas más usadas en la labor diaria del Departamento de Español
Urgente de la Agencia EFE.
Cuando, en 1997, la Fundación Duques de Soria
me pidió que me ocupase de coordinar un curso dirigido por Fernando Lázaro
Carreter sobre "Corrección de textos en la prensa escrita", que se
celebraría en la Universidad de Salamanca, se me ocurrió llamar a José
Martínez de Sousa para preguntarle si le apetecía participar como profesor y
hablarles a los alumnos de los principales problemas ortográficos que se
observan en los periódicos españoles. Y aceptó.
Pedro García Domínguez –otro de los
profesores invitados– y yo viajamos a Salamanca en autobús, y mirábamos a
todos los pasajeros para ver si entre ellos había alguien con cara de saber
mucha ortografía.
–Pedro, ¿te has fijado en aquel tipo del pelo
blanco con gorro y gabardina? Lleva una cartera que parece de profe...
–Sí, puede ser; pero también podría ser el
que va en la primera fila; el del traje oscuro...
Llegamos a Salamanca, tomamos un taxi hasta el
Gran Hotel, nos acomodamos en nuestras habitaciones y al cabo de quince minutos
estábamos en el bar tomándonos nuestros primeros dry martinis. Y apareció
él: un señor bajito, con bigote fino, se acercó y nos preguntó si teníamos
algo que ver con el sarao que le había llevado a esa ciudad; era don José
Martínez de Sousa; lo invitamos a libar con nosotros y pidió un zumo de piña.
Al cabo de un rato cenamos juntos, en compañía de otros profesores invitados
al curso. Estaba algo cansado y aunque Pedro y yo insistimos, no quiso
acompañarnos en nuestras correrías nocturnas y noctámbulas.
Allí, en Salamanca, le hablamos de nuestro
trabajo en el Departamento de Español Urgente y le hicimos saber de la
existencia de una lista de correos llamada Apuntes en la que la invitamos a
participar. Debió de gustarle la idea, pues poco tiempo después apareció su
primer mensaje en nuestra amada lista que con su presencia cibernética ganó
mucho en calidad humana y científica.
Luego, en el 2002, la Fundación Duques de Soria
volvió a darme la oportunidad de invitarlo de nuevo a Salamanca, esta vez a un
curso dirigido por nuestro común y admirado amigo Leonardo Gómez Torrego, y
allí volvimos a juntarnos los tres mosqueteros; Pepe, Pedro y este cura.
Pero antes del 2002 tuve la dicha de ver muchas
veces a mi querido Pepe Martínez de Sousa gracias a sus viajes a Madrid para
dictar cursos y conferencias y a los míos a Barcelona para asuntos parecidos. Y
tuve también la suerte de ser uno de los asistentes a la fiesta homenaje
sorpresa que le ofrecimos en Barcelona sus amigos de Apuntes en julio del 2000 y
que pasará a la historia como la Pepealia.
Hablamos mucho, mucho, por teléfono; hay semanas que hablamos casi todos los
días. Son llamadas, casi siempre, para pedirle ayuda en asuntos relacionados
con la ortografía, y en otras ocasiones, las menos, es él quien pide mi
opinión sobre algunos asuntos relacionados con términos procedentes del
árabe.
Para mí conocer a Pepe fue una gran suerte y ser su amigo es una dicha inmensa.
He aprendido y sigo aprendiendo de él muchas cosas buenas, no sólo de cuestiones
relacionadas con el lenguaje, sino también de su bondad y equilibrio.